domingo, 31 de marzo de 2013

Moisture


Todas las tasitas, vasos, souvenires, tarjetas de negocios, repasadores, alfombras y sus manchas, cuadros, platos, manteles con bordes finos y manteles de diversos colores, almohadones, las latas sobre los estantes, la suavidad del pasamanos de las escaleras, las etiquetas pegadas en los armarios y en los vidrios, las sillas de madera rústica y pesada y el color de las baldosas de cada habitación, la fría y pesada humedad que emanaba desde adentro hacia afuera, el sopor del calor impasible que desde afuera cansaba, y el solitario perfume de la humedad que habitaba adentro de la casa siempre, sobre todo en las habitaciones, y por sobre todo, en nuestra habitación, que cerca de las siete de la tarde no solo soportábamos sino también disfrutábamos, era agua presente en el aire, y nosotros lo podíamos percibir. De repente se reunían en un solo soplo gran cantidad y diversidad de sensaciones adentro de nosotros, pasábamos del frío al calor, de la nostalgia a la felicidad, nosotros éramos humedad, y ese momento era eso: un repertorio que tras recordar uno de ellos me es necesario ahora para que el resto se me apareciera a la mente como una catarata evaporada de recuerdos. 

Recostados allí, en medio aquella humedad abrumadora que causaba gran influencia sobre nosotros y nuestros estados, llegamos a la meta que queríamos tiempo atrás, nuestra puerta balcón temblaba ante el paso de los autos y colectivos, el ruido se hacía no solo soportable, sino también hermoso. Cuando surgía el silencio también surgía la sensación del cansancio, y esa misma sensación nos hacía percibir de alguna manera los diminutos objetos desparramados descansando por lo ancho y lo alto de la habitación, apenas nosotros teníamos vida y cuando aparecía nuevamente el ruido de alguno de los colectivos volvíamos a desvanecernos. El eco que mantenía esa habitación alta y desarreglada, nos hacía recordar que tras el paso del tiempo y los destinos opuestos, podíamos resolver cualquier tipo de situación para concluir en esa meta única: recostarnos.




-Ay tu voz, en este no poder decirnos nada!

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