martes, 13 de septiembre de 2022

Jardines Colgantes


Plantas y lámparas,
Sonreiríamos,
nos miraríamos,
Ahora más que esos truenos,
 lo que se oíría con más fuerza,
sería el canto del vino que vos elegiste.
Jardines colgantes
Tal como Eros, que no se deja ver por su amante Psique,
armaríamos talleres de artes infantiles con ellos
en una poética de miradas esquivas aguardando una tormenta
en un idioma de indios dormidos, 
Jugaríamos,
Inagotable.
 

domingo, 11 de septiembre de 2022

Filipenses

“Erdosain sabía que era un ladrón. Pero la categoría en que se colocaba no le interesaba. Quizás la palabra ladrón no estuviera en consonancia con su estado interior. Existía otro sentimiento y ése era el silencio circular entrado como un cilindro de acero en la masa de su cráneo, de tal modo que lo dejaba sordo para todo aquello que no se relacionara con su desdicha.”
Los siete Locos, Roberto Arlt. 


    Los filipenses, ex -internos carcelarios, parecieran estar atravesados por todo el desecho social: la sumisión absoluta, el descarte humano, la exclusión social, la ignorancia total, la entrega hacia la autoridad como una verdad. El miedo, la culpa, la segregación hacen de rostro.
    Gente rota. La idea que circula en nuestro país ya no es la del del granero del mundo como en la década infame, ahora es la de la utopía del país inclusivo, dador de derechos. Leyes a medias. Se crean instituciones y se emiten las fotografías. Luego se olvida. Una seguidilla de complicaciones para las personas que cuando salieron de sus cárceles se encontraron con una realidad deteriorada y vulnerable: peores condiciones, incapacidad para soportar las clases sociales: desocupación, aceleración de alguna enfermedad, discapacidad, situación de calle, aislamiento, adicciones, una pobreza desoladora. Conocen bien los arrabales, las miserias, la operatoria del sistema, intuyen que están bajo un yugo, y lo respetan.
    Así fueron recorriendo una nueva década infame: pidiendo auxilio en las instancias públicas. Puertas cerradas. Lo que se gasta en las instituciones de salud pública, lo gozan aquellos que se supone, los cuidan y los custodian: trabajadores de la salud, trabajadores de las fuerzas. Mientras el Estado nos da lasagna para continuar la vigilia por los enfermos, los enfermos consumen una sopa desabrida que tiene sabor gracias a los sedativos. Con Jorge, en un episodio de descompensación, debimos esperar en la guardia ocho horas. La clasificación “triage” que determina los niveles de urgencia para pacientes en las guardias no contempla personas en situación de calle. La jerarquización de beneficios “públicos”. Una denuncia al INADI, un pedido de intervención al Ministerio de Desarrollo Social, un pedido de internación al Hospital de Fátima -donde el ex – interno es ya paciente- llamados al comando policial, todos remiten la problemática a otro organismo, bajo el mismo concepto: están abarrotados de demanda, no pueden atender a personas en situación de calle.
 
    Jorge, un ex -interno carcelario en situación de calle (dónde si no...), comenta que un día se despierta desorientado, sólo el frío lo despertó. Mira alrededor y ve una “panza enorme, una embarazada”, en su confusión solo percibe que está acostado en un recipiente de metal en una institución pública. Se levanta, y golpea una puerta: estaba en la morgue del hospital Madariaga. Cuando se percata, la “panza enorme” era un cadáver que por descomposición hincha el cuerpo producto de los gases gástricos y la putrefacción. El hospital al despedirlo con las palmaditas al hombro tambien le da un vale gratis para almorzar en el comedor de la institución, sin embargo como su organismo no podía recibir comida sin antes tomar bebidas, bajó unas cuadras, y compró alcohol.
    
    Estos ex internos saben de su condición, saben que no salieron ya “restituidos”, pero no les interesa. Arlt, visionario de la época, relata las vivencias de estos segregados en plena década infame. Trabajos precarios. Estigmas insoportables. Una decadencia que solamente dibujada con la arquitectura poética y relatos hilarantes se podría digerir. En el trajín diario, a algunos les alcanza con encontrar una bombilla para el mate, o regatear alguna yerba o cigarrillos, mientras la forma de pedir es siempre la misma, un decoro demasiado exagerado para su despilfarrada y sucia vestimenta, y las miradas son siempre las mismas, o los ignoran, o les chamullan chabacanamente con un "vo sabe que no tengo nada che". 
    Encontré en los muchachos del Centro Carcelario y Hospitalario, una desolación propia de esos dias de atardecer, que ensordecen los sentidos y enlentecen las palabras. Las puertas del galpón se abren de 8am a 22 pm para que ellos dejen sus camas apoltronadas y llenas de humedad, para que puedan salir a la calle y buscar un trabajo, recorren la ciudad, buscan esa alianza con la comunidad que todavía ofrece poco, con la misión de reinsertarse. Para los vecinos y transeúntes del galpón, nada es suficiente: los ignoran, los prohíben en ciertos comercios, no les aceptan "changas" o no les dan trabajo.
    También se reconoce en ellos como si gravitara una fuerza opresora desde adentro, una especie de culpa. Dice Marcelo: “Yo cometí el peor acto que una persona puede cometer, yo estaba tomando con mis amigos, y quedamos sin plata. Tuve que ir hasta la casa de mi papá, y lo maté. Le robé el dinero, y seguimos tomando hasta el otro día”. Hoy se refugia en la fe, en un “padre” que todo lo perdona. En la restauración de aquella función paterna con la que todavía siente que tiene que saldar sus deudas, pero como si fuera un castillo de naipes, se desmorona cuando cuenta sus experiencias.
    Un día sentados fuera del galpón hacia la calle, estaciona un auto y nos trae una caja cerrada, la abrimos y habían cien facturas. Lo divertido del momento trajo tarde de confesiones, secretos, risas y un encuentro con lo más propio de ellos, episodios psicóticos, intentos de suicidio, un suicidio dentro del galpón, ver al 107 llegar constantemente al galpón, los oficiales de la policía ya llegan conociéndonos a todos, para trasladar a alguien o traer a alguien nuevo. El día de “las facturas”, entre secretos confiesan que Mario no es bien recibido dentro del galpón, se está convirtiendo en pastor de una iglesia, y lleva la “palabra”, a los penales todos los viernes. Mario tuvo condena de 18 años por violación de un menor. Entre ellos, también reproducen cierta lógica e imprimen ciertas marcas.
    La impotencia orbita en el galpón: no saben hasta cuándo, no saben después qué, hay un mientras tanto insoportable, un gran otro ausente, solo saben eso. Constantemente repitiendo una lógica que los está llevando a la muerte en algunos casos. Una impotencia como síntoma que bien expresa la relación Estado Vs. ex internos, la impotencia de una ley incompleta, la impotencia hacia la imposibilidad de escapar de ese Otro que lo nombra, y lo sigue reimprimiendo. Se vuelve una suerte de “guerra” económica y social donde continúan criminalizándolos, y metiéndolos en una nueva marginalidad, dejándolos bien en claro que nunca, nunca van a alcanzar los estándares posibles de inserción. Una moderna manera de exterminar sin las balas, la mano dura o la represión.


 



- Yo te espero. 

lunes, 11 de julio de 2022

Sueño "Fin de la Era"


Veía desde la ventana un departamento, la ciudad y su mal tiempo, muchas repisas en ese lugar atestado de gente, las nubes seguían cargadas y amenazaban. De pronto cae una repisa por el viento. Yo intento acomodar las blancas esculturas caídas hechas de arcilla con la cabeza de Freud y Lacan en la repisa. Y acomodaba de un lado a otro, porque no se mantenían en su base, hasta que suena el timbre y comienza mi hora y empiezo a dar clases, yo estaba frente al pizarròn, mientras guardaba esas esculturas arriba de un armario, y alado de la puerta pasa él, que terminaba su hora, él daba clases de 8 a 9, y a las 9 entraba yo. Me dice bajo y en el hombro: no me gustaron las esculturas. Yo quedé perpleja y seguí dando la clase, mientras veo a Teo y a Walter dando clases del TIF. 
En ese momento, doblábamos muchas telas en partes y partes y esas partes las volvíamos a doblar en más partes. Eran telones inmensos, Cris me cuenta -en medio de mi perplejidad o embotamiento, quizas por intuición- que ella estaba embarazada y yo de pronto me puse inexplicablemente muy feliz. Había mucha gente en el aula,  se parecía a la escuela incial donde yo había cursado mis estudios primarios, y tenía una cantidad innumerables de habitaciones y piezas y pasillos, como un laberinto con muchas escenas dentro de otras. 


Yo empecé a relatar la primera parte de la clase y decía (mientras veía) "si vas caminando hacia el baño y justo te ganan de mano, si ves un tipo descalzo arreglando una vidriera y te queres llevar sus zapatos que están afuera cuando justo otros te ganan de mano, este mundo está mal, mal. Cuando tenes que ir al salón central para preguntar que está ocurriendo y te resbalas, y escuchas  que pasan cosas feas cuando meno esperas, y te sentis atrapao, y te ganan de mano, este mundo está mal, mal.".
El edificio donde estábamos mientras yo daba la clase se volvió perturbador, lleno de ruidos, parecía estar sucediendo un terremoto, se abrían las paredes, las paredes se daban vuelta, enteras, todas las paredes de ese laberinto donde estábamos giraban, y  luego salió dentro de una de esas paredes un sol enorme que lo iluminaba todo, y que anunciaba el fin de la era de piscis para entrar en la era de acuario. Yo le miré a Belén, y le dije eso con tono de revelación. Corrí hacia atrás, buscando donde entrar y recordaba mientras corría, unas supuestas escrituras que eran las mismas que yo estaba narrando en la clase, y que en retrospectiva decían: "algunos intentaran meterse en los baños, al no dar allí intentaran con el pozo pero allí yacerán, otros intentaran que se abran las paredes pero allí solo el Sol cabe, otros volverán a los pasillos intentando quitar el calzado a los descalzos, pero tampoco allí hallaran la solución. Y sólo verán cuando miren en el edificio vecino, el Paraguay."
Allí comprendí todo, que finalmente sucedió el fin de la Era.
Se oían gritos desde el "edificio vecino", donde allí también la gente estaría sintiendo el fin de la era. Yo seguía buscando escape, no el pozo me dije, allí vi lanzarse a una mujer desesperada, y quedó enterrada en el barro seco y duro porque ese pozo no tenía agua, era un aljibe viejo y desmembrado que desde lejos hacía ilusión óptica para atrapar a los desesperados. No el pozo, no los pasillos, allí en el Paraguay deberán subir, o lanzarse. "Solo el Sol cabe."
Allí me dirigí, hacia esa imagen de la Puerta del sol, y me lancé allí, al Paraguay, y caí en un pueblo que se estaba inundando y la gente se iba perdida con la corriente, yo me sumergí en el agua y me prendí por una mujer que se ahogaba. Desde arriba caían más personas, como lluvia, caían unas tras otras, hombres y mujeres con rasgos indígenas, lo más primitivo de la zona, algunos parecían jesuitas, todos ellos eran los únicos que sabían lo que estaba pasando, que era el fin de los tiempos, que debían lanzarse a las aguas del edificio vecino ya que tocando una sola gota encontrarían el ingreso a la nueva Era, ellos intuían cómo había que hacer las cosas. Pero nsotros, los que veníamos del otro lado yacíamos desorbitados. Pensé en Carlos y en las esculturas. No podía imaginar dónde se hubiera metido pero lo intuía salvado. El tiempo más se descomponía. Encuentro a Papá y me pregunta qué había pasado con las construcciones, y yo le contesto que no pudieron abrir la cerrradura porque quizás no tenían llave, o la puerta no se dejaba abrir y allí cuando pronuncié eso, nos miramos entre los dos, como diciendo ¡Qué desperdicio! La inundación tiró abajo árboles y esos árboles y troncos generaban una corriente que lo arrastraba todo. Escuché: "Los que queden de pie y aguanten la violencia de los tiempos serán los elegidos, y sólo en retrospectiva entenderán el camino".


Empezó a descampar y llegamos a la nueva era donde nos salvamos, una voz desde el cielo dijo que el fin de los tiempos traería agua azul. Todo lo que sea líquido será azul, y en esa nueva era solo habría agua. En ese mismo instante, veo salir de casa, inocuos e inmaculados a Pablo y Florencia, y miran sorprendidos el paisaje de la inundación, y yo les dije ¡Cuidado! que cuando pisen el agua azul ya serían miembros de la nueva era, y se sumergieron hasta los hombros, y se fueron caminando con el agua hasta los hombros como hacia Paraguay para ver qué había pasado. Allí se iban los dos, como bautizados, "yendo en retrospectiva para entender el camino".
En el sueño, todo nuestro pasado había quedado sepultado, y solo la inocencia de saber que nos deparaba la vida podría salvarnos, sólo la inocencia.




- Este sueño lo tuve hace exactamente un año atrás. Cuando desperté ese día comencé a escribirlo sin parar, la reconstrucción -estimo- habrá durado más de lo que el sueño. Aún siento perplejidad por algunas escenas de ese sueño, aún un año después.

martes, 31 de mayo de 2022

Rebote

 Qué hay sin el recuerdo... 

Siempre he pertenecido a este lugar

símbolo de regreso y armonía.

Cómo no dejar rastro alguno de su prosa luego,

si los cuchillos también han dotado de un ritmo a tu lengua.

No duerme jamás.

Latente siempre por tu caída que es bienvenida.

Encuentro de las palabras que se consumen por decir,

se entrecruzan con memorias,

responden al tejido visceral,

el arte rebota en arte,

y si estoy segura, 

crea una dosis que alimenta el 'aleph'.


domingo, 6 de febrero de 2022

Nuestro Borges platónico

texto realizado en mayo de 2016

¿Y qué lugar ocupa el hombre en la sociedad? ¿Y quién debe gobernar? Las inquietudes que sobrevolaban por la mente de Platón, que vuelven a intalarse en nuestro discurso cotidiano más que nunca. 
Hubo alguien que dijo alguna vez que todos los hombres somos platónicos o aristotélicos. 

Platón por su parte, amante del orden, del mundo de las ideas, en una época muy política también trata de situar al hombre (y a los diferentes "tipos" de hombres) en su espacio adecuado.  Así iba identificando las diferencias entre los hombres y los iba ajustando a cada uno "en el lugar que mejor le quepa", para que la sociedad funcione y adquiera cierta armonía. 
Platón para reunir ciertas condiciones y edificar tal sistemática filosofía facilitó herramientas para acondicionar un modo de pensamiento, entre ellas, un cierto manejo de la microscopia de las ideas, la catalogación de las cosas sobre la tierra (a partir del cual se organiza toda la diversidad), el armado del arquetipo que diseña el resto de las cosas y la simbología del universo.


- Borges en su Golem:
 «Si el nombre es arquetipo de la cosa,
en las letras rosa está la rosa,
y todo el Nilo en la palabra Nilo.»

 A través de la experiencia con el lenguaje, con un fin político, Platón parece establecer ese orden y esa reflexión necesaria para que el mundo se hiciera más justo y habitable, en el que los más sabios debían gobernar, siempre y cuando hubiera censura a los poetas, se prohibiera de propiedades y capital a los guardianes (trabajadores del estado), y se recurriera al uso de mentiras piadosas al pueblo. Colocando a la educación constante de sus miembros como eje fundamental para que ocupen posiciones de liderazgo, él consideraba que se fomentaría una sociedad bien ordenada y justa donde cada uno tendría lo que merece.
Hoy, en el habla popular se pone en tensión el lugar que ocupa el hombre argentino. No es casual que Borges por su historia haya ido situando dos linajes, por un lado las historias de los guapos y compadritos, cuchilleros y gauchos que orgullosos defienden una tradición y una memoria en los albores del 1900, una argentina "plagada" por la llegada de los  inmigrantes bajo el lema 'poblar es gobernar'. En Borges, el habla popular parece poner en cuestión el estereotipo de su obra literaria, y hoy esa voz que nos llega y nos "lega" constituye una historia de un sujeto que es quien es por las ideas que tiene y las representaciones que posee.
Por otro lado, en la dicotomía borgiana, tambien se sitúan no solo los gauchos y los chuchilleros -los crotos hoy en día- sino también los eruditos y los lectores de la biblia, una posición aristocrática que era movida por la necesidad de ordenar el caos, ante aquella figura amenazante: los sectores populares.
Parte de esto, se puede dar cuenta en un cuento muy hermoso de Borges, llamado "Insomnio", donde el hombre sin poder dormir es acorralado por las imágenes que se le vienen a la cabeza y dice "deben de ser de acero, las paredes de mi mente, para poder soportar todo eso que les voy poniendo adentro", dando esa sensación de movimiento ilustrado, traído del iluminismo elitista donde el conocimiento es acumulable y para unos pocos afortunados.
Allí encontramos un hombre situado en una historia donde su memoria limpia es apabullada por el Otro, por lo peligroso y primitivo, aquello que es necesario esconder y de lo posible matar.
Para esto, en esa etapa de cuentos de matarifes y rufianes, Borges, en un descuido platónico, parece acudir no solo semántica (en cuanto al significado de sus cuentos), sino sintacticamente (en cuanto al orden y relación de las palabras y su función en cada oración), para lo cual se entrega a la clasificación, a los mapas, a las leyes de buscar una técnica perfecta para describir aquello exactamente para lo cual escribía, que fue el resultado de esos cuadernos llenos de gabaratos y lineas gráficas que se conservan en los museos, y que se sabe que conectaban unas ideas con otras, un rasgo muy borgiano.
En Aleph, se conoce que Borges usaba una técnica literaria llamada "Vi", en donde utiliza una enumeración caótica pero con un orden totalizador, sin ayuda de la cual no podría haber escrito el poder del hombre Vs el poder del infinito, representada por aquel punto que contiene a todos los puntos del universo, pero siempre siendo un hombre del linaje ilustrado que es capaz de controlar el mundo.

Es en ese entramado filosófico de reflexiones platónicas ya  descubiertas por un jovensísimo Borges, se podría ir leyendo la historia argentina escindida socialmente. 
En esa literatura donde se sitúa esa dicotomía, los salvajes en palabras de Echevarria, -los federales-, por otro lado los eruditos, los lectores de la biblia, -los unitarios.; o desde el pensamiento sarmientista, también muy platónico: la civilización y la barbarie. 
Platón, cansado y viejo, parece ser que en sus diálogos de vejez, cuando escribe su República, ya habiendo renunciando al poder inherente del lugar del hombre recurre al poder de las leyes por un ordenamiento jurídico, válido y ordenacista que pudiera dar fin al caos, ya que es aquello de carácter legal, ilustre y aristócrata lo que aterra y molesta a lo pulsional y popular, bastante freudiano y cuando no más lacaniano.

Hasta acá nos preguntamos ¿Quién debe gobernar? ¿Cómo está plasmada la realidad en la ficción? ¿Podríamos conformarnos con decir que mediante la capacidad de la literatura de convertirse en praxis es que se convierten en instrumentos para analizar la realidad? ¿será ésta luego instrumento nuevamente para ser revisada pero el sentido original del enfrentamiento constante de dos sectores altamente distinguidos siempre? ¿estará exento de todo análisis profundo? Y es así como la pregunta seguirá apareciendo...
Se puede ver que ambos autores, intelectuales, eruditos, se abandonan sin tapujos al poder de las leyes, esto es, un instrumento que prevenga, condicione y prediga de ser posible, cierto accionar del otro. 
Se deja entrever un aspecto totalitario insoslayable en ambos donde los aterra lo popular y soez de la sociedad. 
Nos golpea la puerta la analógica dialéctica del amo y el esclavo ya tuneada por Marx, pero aún en incipiente despertar por aquella síntesis donde ya no habrá clases. 



- Plaza de Mayo, como todo lo reprimido,
vamos a volver.  

sábado, 20 de junio de 2020

Don Pedro Luna

Galopando al filo de los demás tordillos, en medio del tambó se iba contento a juntar las vacas. Sonaba la campana para atraer a La Zaina y a los demás terneros y era cuestión de salir a cuero ileso a hacer el mandado. La abuela se enojaba si pasaba la hora, porque a medida que anochecía, las vacas aprovechaban para perderse entre los arbustos y el Ombú, y, como decía don Pedro, el abuelo: esa mujer era avara, pero avara de las peores, de las que le cuesta tirar un trapo de piso a la montonera. 

Aquellos viejos no volverán, y esos tiempos en tiempo pasado se han convertido, por más suspendidos que estén en la cubierta de esas pupilas, no volverán. Ya era nostalgia, amalgamada a desconsuelo. Días templados en los que solo restaba vivir, era todo lo que se tenía que hacer y si fueras a ser honrado, recordarlo.

El amor no abandona y las espuelas del caballo lo hacían recordarlo. Calaban entre las venas y desmochaban los largos bellos del salvaje lacero. No era delito, ni macanear, sino un descuido de su humilde comportamiento de trampero cabezudo atolondrado. Debía regresar a la casa con las manos tranquilas y el estómago blandito, los hombros bien firmes y con el paso derecho, como el potro cuando pierde los estribos. A veces nos solía contar una historia una y mil veces,  eso de que de las liebres le comían las sandías y él le puso espejos en las esquinas y las liebres se peinaban y no comían las sandías.
Luego uno se recostaba sobre el catre un rato, para espantar los mosquitos y charlar de los guachos con don Pedro, era todo su descanso mansito antes de que la abuela pida ayuda para traer el candil, porque había que encenderlo con queroseno o alcohol. Después de iluminar los últimos restos de atardecer caídos, marchaban todos para la cocina, cada uno sosteniendo su silla, incluso la abuela, que de una mano llevaba fija su silla, y en la otra llevaba con cuidado su lámpara agarrada al garfio. Ya en la cocina y después de unos buenos chistes en la ventana, alguien hablaba de lo centelleante que estaba poniéndose la luna, mientras que no faltaba el argumento casi irrelevante del abuelo, cuando decía que a las estrellas no hay que contarlas, porque atrae la mala suerte.

Propensos a caer en más cuentos inventados, salía uno a decir que la noche había ya caído, y que era hora de dormir.


Florencio Luna Hernández


sábado, 3 de septiembre de 2016

Ficciones

Antes de partir nos sentamos juntos, muy juntos, y preparamos y pensamos nuestras cosas. Él sacó de sus bolsillos papeles de diferentes tamaños y palabras, y armamos acordeoncitos con esas palabras y nos las regalamos. Nos hablábamos tan poco y sonreíamos tanto porque sabíamos que dirían nuestras palabras si habláramos, es que yo lo pensaba tanto durante el día que cuando le contaba algo era como contárselo dos veces.
Luego cuando nos sentimos preparados partimos viaje, bajo el espeso sol y los también muy espesos recuerdos compartidos, -en ese momento era evidente que uno pensaba en el otro y viceversa-. Emprendimos viaje y yo sentía como si dominara todos los datos atmosféricos, la velocidad del viento, la temperatura del ambiente, el nivel de su adrenalina en sangre  y cuanto más los sentía más desconocía hacia donde nos conducíamos y qué sentimientos abrazaba el conductor. Cuando comenzamos a sentir el cansancio del viaje y el peso de la gravedad, los sonidos del radio ya cerca del atardecer empezaron a aletargar nuestro cuerpo y nuestra mente y nos propusimos a hacer un descanso. Descendimos del automóvil y desde ambos lados de la carretera se veía un ardiente desierto, el día y sus formas agonizaban, y a sus costados un horizonte: interminable. Mi vestido se movía con el viento, nuestra fragilidad se percibía en el aire, su cabello bailaba con éstos últimos, y nuestra soledad en ese lugar desierto se completaba en nuestro paisaje expresionista. Él revisó el agua y la normalidad de los motores. Yo miraba a lo lejos simulando entender lo que él hacía. Ya anochecía y la música ahora era aún más lenta, y acompañaba un descanso cada vez más prolongado y necesario. Subimos nuevamente al veloz automóvil, y de manera inesperada se abrazó a mi espalda, rostro, cuello, vestido y recuerdos, que en ese momento habrían estado en su mejor esplendor, yo me sumergí dentro de su entrega inesperada, y comenzamos a desenredar toda la fantasía que absorbimos durante todo el día, durante todo el viaje, y durante nuestras miradas y pensamientos mientras nos queríamos y no nos lo decíamos. Entre el calor que la fricción de los cuerpos desprende, de la misma forma en que nos desprendemos de la ropa y los compromisos, nos desprendimos de la gravedad y del tiempo en ese momento, uno de los pendientes que yo tenía puestos y que había heredado de mi madre, también se desprendió lentamente de mí y por algún extraño instinto lo evadimos y recordé también que jamás lo habíamos encontrado porque ni siquiera lo habíamos buscado, recordé que la camisa que él tenía puesta por algún extraño motivo me hacía revolver el estómago,  y nos seguimos besando, nos seguíamos desenredando y nos seguimos abrumando con nuestra fricción mientras seguía atardeciendo.


lunes, 4 de julio de 2016

¡Aonikenk!

Papel y lápiz 
la tinta salía como del corazón,
recordando momentos

 sueño solamente 
qué crudeza.  
Por el amor a mi poeta
qué ilusión.
Recuerdo que con versos escribía pensamientos, 
sonetos, rima, noche
yo escribía el ritmo que mi corazón palpitaba
y de mis entrañas  salía la letra, la prosa

pero de tu verbo salía la pierna, tu cara
que deambulaba por mi corazón
y buscaba puntos y tildes y labios.
Poeta mío
  inalcanzable sin razón,
suerte maldita
valle rocoso
agua que como nunca logró saciar la sed
 poeta mío
 que aún incitas labiosa mi prosa
 mi débil corazón grita.
¡Aonikenk!




miércoles, 8 de junio de 2016

Tiempo

En paréntesis estás y en tus manos me tienes.
En tus manos soy brasa y ceniza
Y estoy tu cuerpo, 
te suspiro y broto,
nos brotamos y me vuelo, 

y te vuelo,
y bebemos nuestro propio soplo.

En paréntesis estamos, y en tus manos nos tenemos
bebiendo 
la sed
mientras estoy tu cuerpo
y friccionamos al deseo,
y él nos fricciona,
y los dos lo sabemos.
Vos sos brasa y yo me quemo,
y yo te respiro respirarme
Y nos escapamos de nuestras bocas,
para volver a beber del cuerpo,
Pero ahora me llueves
porque esa eternidad se nos acababa,
y en nuestro circulo beso
esa sed era urgente,
pero nunca se nos acababa.




miércoles, 11 de noviembre de 2015

Cuadernos


Y ahora te erguís
Como si nunca hubieras descansado
Un soplo de hábitat tuyo 
que de verlo resucitar desespera
Una voz tenue
Un adiós al templo que congela.

Un preámbulo repetirse una y otra vez.
Eterno hacia vos.
En el sur,
mi juramento:
Ahora te erguís
Káiser de la palabra,
ahora te erguís.



lunes, 9 de noviembre de 2015

Casa de Muñecas

Creo que hay una razón del porqué duermo tanto. He tenido tantos, pero tantos sueños, sobre todo en mi adolescencia. La única constante en mí: mi vida onírica, mis sueños, el estado de ánimo en ellos es siempre el mismo: busco algo, o me escapo de algo. Sigo cierto "objetivo" que se va descubriendo sólo a medida que las imágenes solas se van proyectando conmigo dentro, y lo curioso de todo esto, es que mi rostro permanece impávido, inocente y aún a pesar de los años, nunca se transforma.
Esa adicción que tanto me mantiene alerta, eso de tanto soñar y perderme en esas historias tan insólitamante construidas, es lo que de una forma muy extraña, funciona como túnel, hacia todas las demás cosas que no puedo explicar, y que me causan mucho dolor.

Hoy pude ver un "tunel" entre un sueño y aquel importantísimo recuerdo de la niñez:
Estaba en el garaje de la casa del abuelo, ese espacio que desde los '60 no lo habían reconstruido, ni pintado ni cambiado. Siempre incluso en verano era muy húmedo, prácticamente frío, de siesta aún más -como si sugiriera ciertos peligros atractivos para los niños- por sobre todo ese garaje era misterioso.
Se percibía en el centro enorme y abandonado, un auto Falcón verde modelo setenta y tantos del abuelo, que en mi poquísima intuición infantil de aquellos tiempos me ayudaba a percibir al abuelo como un hombre ya retirado, que usaba boina blanca siempre, y que nunca pero nunca se reía, que fumaba mucho y que la casa, enorme y fría nunca se distinguía del olor a espiral o al tabaco. La idea del garaje y todos los símbolos que escondía, y que esconde, es algo que me produce mucho dolor, demasiada angustia. Desde el ángulo de donde lo percibo en mi imaginación, da justo con una puerta muy angosta, pintada de gris, de una madera muy precaria sin cerradura, la última puerta de la casa y que daba al patio y al garaje: la puerta de la habitación de la Olga.
Esa es la parte que más angustia me genera, más misterio encierra y que más clara la tengo en la memoria. No recuerdo cuántos años habría tenido yo cuando vi eso, o si incluso fue percibido ya en un estado de ánimo angustiante por otros motivos. Pero ese garaje frío y oscuro es como una matriz a mi plataforma interna, o el túnel que trata de viabilizar a los demás actos de mi vida tratando de darle un sentido.

Aquél gris portal rodeado por todo esa tumba enorme congelada entumeciendo a una niña, ese mundo radical de los Lòpez, las generaciones de los suicidas, la madre muerta con sus seis hijos a los 33 años, la edad de Jesús, el abuelo llorando a los gritos en la lluvia, tanta tristeza amasada por años en ese enorme caserón donde nadie se animaba a decir nada durante años por miedo a que el abuelo conservador y violento le agrediera. Por momentos creo que el abuelo llegó a reprimir no sólo a sus hijos sino a los hijos de sus hijos, y el adormecimiento se iba heredando.
Mamá resultó ser de grande una mujer muy distante, muy carismática e inteligente para conseguir sus propósitos, pero con un esquema gemelar al de su propia familia: siempre se esclavizó trabajando para no faltar, y por ese esclavizarse nos echaba la culpa de lo sangrado de sus manos de lavar tanta ropa. Mamá sólo hacia tres cosas: trabajaba todo el día en el campo enseñando niños, limpiaba la casa escuchando música tristísima, y se sentaba en su cama a sacar objetos, fotos, alhajas, recuerdos, tarjetas, regalos y pertenencias de sus parientes, todos muertos, y lloraba... lloraba.
Nuevamente se me aparece el garaje, la puerta de la Olga, a medio abrir. Una oscuridad respirando y suspirando un "algo" desde adentro. Siempre supimos que ese lugar era prohibido, que allí la Tía Olga escribía su libro en la máquina de escribir que era del abuelo, y que antes de vender la casa, lo último que habían encontrado eran muchas colillas de cigarrillo y  el libro de ella impreso, con las hojas desordenadas y desparramadas por el suelo que me costó mucho reorganizar.

Yo a ella la recuerdo, era la rebelde de la familia, su segundo nombre bien podía ser Rebelde. También era de géminis. Era muy hermosa, usaba lentes redondos grandes para la época, era sumamente inteligente, no tenía complejos con ella misma, se decía ser libre, era luchadora y emprendedora, al extremo solitaria, con un poder de decisión y de convicción y facilidad de palabra que ya no volví a ver en nadie tan joven, y un sentido original, inédito y muy resuelto de ser: pero adentro, bien adentro de los ojos de Olga, se veía toda la tristeza que cabía en el mundo, nunca vi una mujer tan triste y profunda. Sus huellas, sus estelas de ser, sus símbolos dejaron grabados señales que anclan mis sueños aún quince años después de su suicidio, también a los 33 años: Su garaje, su maquina de escribir, su padre inmutado, su familia muerta, su casa inhóspita, su silencio ensordecedor, algo metálico, frío y solitario que te entraba por la boca y te drogaba y te ensordecía y te dormía.



Recuerdo que había pasado el dedo por el costado del auto, y la línea dibujó un rastro de polvo que me daba la pauta del tiempo y  de que todo lo que permanecía allí no era visto ni considerado por nadie, Nunca encontrada. No reconocida, nunca exigiendo nada, no tenía luz, miré por dentro del auto y estaba intacto, el cuero de los asientos lo asentaban aún más, la palanca de cambio junto al volante desafiaba la gravedad desde hacía miles de años, impávida, quieta, muerta, o dormida.


lunes, 23 de febrero de 2015

Presencia


 Ahora camina por las callecitas de la cuidad,
vivo
hermoso,
y me sonríe.

Cuando se revela en presencias, 
es fantástico
y cuando pone sus ojos en mí,
Ah.
Eso ya es como el Paraíso.




Y como si me lo hubiese propuesto, ese día fuiste el centro del paraíso.

martes, 17 de febrero de 2015

17




Feliz cumpleaños
Chico eterno. 
De vos la copa de la emoción.
A vos un suspiro regalo.
Eterno tu andar en refugios.
Tanta creación.
Camina.
Insólito único.
Camina.
De vos el retorno mareo.
Tu belleza
Las voces creadas, traslucidas.
Tu voz 
Tu aire
La mirada.
Eternas sean.
Camina. Vuela.
Por hoy,
Tacita luz de todos tus recuerdos.





Bello y tacito. Te he aprehendido.

sábado, 10 de enero de 2015

César:


Sé como caminas
Desde la ventana puedo ver tu César
tu baile, tu boca, el valle de la acera donde te camino,
se la distancia con la que tus brazos se chocan a tu cuerpo mientras caminas
El encanto
Se cómo caminas,
yo veo tu César y retengo tu brisa casi todo el día
fruto de los más puros
lealtad de los divinos.
Será que estás en el corazón nacional de esta ciudad
que te oigo todo el tiempo.
Sé cómo quieres,
mis sentimientos son rocas chocando al azar con que escribimos
Camino lento calculando el tiempo de encontrarnos
Sé cómo caminas
Esta ciudad tiene un corazón enorme
que alberga el tiempo guardando la historia, 
tu beso, la palma y el archè en estos versos.
y al dormir regreso a tu sombra, a tus verdes,
a la noche y al silencio abierto y sordo que me entra por la boca.



Come along Fool
A direct hit of the senses you are disconnected
It's not that it's bad?it's not that it's death
It's just on the tip of your tongue, and you're so silent.



lunes, 8 de diciembre de 2014

Orbito


A esta altura de la vida prefiero la verticalidad de los hechos a la llanura, que se resume en esta tarde. Que se proyecta en este amor, que aunque no tenga futuro me enciende. Fuimos parte de un fenómeno y el mismo tiempo que mantuvo confusos a otros hombres de la historia, nos mantiene en vigilia. Hoy sabemos cuántos días. 
Hoy lo respiro, lo disfruto. Quizás por esa vigilia, por él las horas poseen cierta levedad taciturna que abriga, un vapuleo sonoro de aguas inconscientes, una ligera marisma de tonos azules cada vez que una aparece una brisa de estopa me lo recuerda. Conozco su nombre, su rostro, su brazo, su materia infinita alborotando mi eterno. Mi eterno. Y para retener la sonrisa del ser taciturno, tengo que recurrir a la mirada periférica, es decir, según la mano fría de la ciencia, aquella que entiende de sombras y de contrastes, de la astuta perfección que se genera en esa figura casi caleidoscópica en mi evocar. 
Con él, embrujados por una necesidad nos enviamos cartas, bajo la búsqueda de extrañas cosas que tiempo después encontraríamos: mi zozobra en el corazón, el fuego de las manos de él, nuestra congelada memoria, yo dichosa y adivinada y besada de frente al rostro del único. Lo nombro hoy una y otra vez en imágenes, y orbito en sus goznes. Hoy sabemos cuantos días. 





-Hoy Apolo toma el vino de su Dionisio y se vuelve a embriagar.



martes, 4 de noviembre de 2014

Túnel

Hay un cuento de Conrad que siempre me resuena en la mente. Pero hoy apareció con otros matices. El duelo: dos soldados que se odiaban tanto, que mientas van las guerras napoleónicas azolando  toda Europa, ellos están siempre en un duelo privado, y cada vez que se encuentran se baten a duelo como dos endemoniados.


El camino de hoy es una posta, una parada, un puente en el que se puede mirar desde casi todos lados. "El reflejo de nosotros mismos", nunca una frase me proporcionó tanta paz, pasa que solo puede decirse una mañana como ésta. Que se descanse en paz, una mesa y un café, no más lecturas, no más conversaciones con viejos que saben y otros no tanto. Decepciones. Una mesa, un café, en el medio, esos pensamientos (metafisicos?) que nos dicen cada vez menos como son las cosas, que nos hablen de silencio. La nieve, las lluvias, el calor, la playa, las risas que se confunden porque el viento las lleva y las trae. No más canciones. Silencio. No más golpes al corazón. Se apagan las tantas letras que hablan de amor o desamor, y las películas? Esos (viejos) clisés posmodernos. No la miraste?  Uh. Sonrisas. Hay épocas que empiezan y no te das cuenta hasta que acaban. Recordas los perfumes, las brisas, los objetos que más usabas, esa época en la que estabas loco por eso. Porque siempre andamos locos por algo. Y otra época empieza, cuando termina la otra. Y te enamoraste en el medio, y todos esos estallidos que la vida regala de vez en cuando, y todos esos muertos que enterras de vez en cuando. Y los secretos de siempre . Y el inentendible motor de la vida que no se apaga nunca, y vos que andas seguro de algo que no sabes qué es pero por lo menos te deja dormir en paz. Ella no cocina muy bien pero no hay de qué preocuparse, después se tomarían unas cervezas que lo arreglarían todo. Y vos con esa envidiable sensibilidad para lo cotidiano, que perdona todo error, todo camino desviado, con esa particular sensatez para arreglar a los demás. No lo copiaste de esas malas películas, no lo escuchaste antes, bueno, así vos eras. Vos eras como salido de mi propio corazón.

Toda esa cotidianidad. Todo ese ruido, Sonrisas a medias, palabras a medias. Es en esa cotidianidad ingobernable que vos dominas tanto donde te pierdo todos los días. Días como hoy se apaga todo tipo de emisor, se terminan etapas, y hay que renovarse. Adiós todo! Días postales. Días silencio. Días en coma, recuerdos en mudo que vienen y van y hacen que yo te busque siempre para desandar esos caminos que las letras exigen. Desandarte. Y por las vías que Cortázar construyó tantos laberintos en los que perderse. Él se desandaba. Bueno, él era alguien así como vos que mira con ojos del buen paisaje y que (simula?) tener un hermoso ánimo todo el tiempo, a pesar de la pesada y profunda mirada que hay en cada fugaz cruce. Y ayer me pasó que tanto quería que pararas y yo quería pararte, pero no podía. Y vos sabes, santas ganas de ganarle a esa incertidumbre de encontrarte, de volverla más previsible. Y quemar más rápidamente los esquemas de imaginarnos o al menos preguntarnos por los clisés (cómo va el trabajo? cómo van tus cosas? bla bla) y pasar por fin a temas que sentimos que no se les puede plantear a cualquiera, o que andamos pensando siempre y nunca se los planteamos a nadie: hablar de las letras, del ritual, del hombre, de la mujer, de la angustia, del crecer, del envejecer, de la sensibilidad, de las palabras, paisajes internos... no sé, de cosas de las que vale la pena cuando se tiene un momento que cotiza caro porque no sobra, y una persona que el encuentro mismo lo hace imprevisible y como tal, invaluable. Yo extraño ese túnel de realidad alternativa y siento que lo necesito tanto a veces. No tengo la menor idea de qué hay detrás del túnel de realidad alternativa, pero si el motor inentendible de la vida misma no se apaga seguimos, seguimos...



El duelo, nuestra guerra, 
nuestra cotidianidad que nos bate en un duelo privado como dos endemoniados.



sábado, 23 de agosto de 2014

Insomnio


Recuerdo la antesala de ese día, tan bien como nuestra despedida, esas cosas que uno con facilidad las pronuncia, con tan poca resistencia las trata de recordar.
Por un extraño motivo él se había abandonado al sueño e instantáneamente quedó dormido, por un momento pensé que nunca había visto algo tan inerte, y quedó como suspendido en un profundo letargo de cansancio y podría decir que casi espiritual. Al mirarlo enormemente cansado comencé a entrar yo en un insomnio de dimensiones, de direcciones, recuerdos, imágenes, concuspiscencias de verlo yaciendo allí, como descansando de la vida que llevaba puesta, y que de una forma inane tanto yo como todos los que teníamos algo que ver con él le habiamos deparado. En ese baile-insomnio abrumador dentro de mi cabeza me emocioné; por adentro mi corazón se amasaba como el harina contra la mesa y cuánto más hondo él respiraba, y se erizaba y se dormía yo más me sumergía en el insomnio. Si bien lo último que hubiese querido era despertarlo, o molestarlo, se me hacía incontrolable tal marea golpeándome contra mis rocas interiores en ese momento, a pesar de mis esfuerzos yo más volátil e imprudente me volvía y toda esta conducta media psicopáta para con él era el motivo de nuestras distancias prácticamente siempre,y cuando él dormía aún más me distanciaba de él.

Luego despertó y lo menos que pude hacer fue simular sueño tan pesado, cargado y angustiante como todo aquello que acababa de experimentar, qué iba a decirle pues si era incapaz siquiera de levantarle la voz.




- Una sóla vez caímos juntos en un sueño.

lunes, 11 de agosto de 2014

Torpe


Gimo de frustración, y suspiro, cuando a él lo recuerdo de esa manera, en la antesala de ese día. Eterno. El grito del silencio zozobró en un latido agónico adentro de nuestras venas, y desapareció.
Él, impecable. Yo, como si me estuviera ahogando en su desesperación, y en la mía, intentaba escanear cada rincón suyo, en desalojo, reitero, con desesperación como si supiera que fuera la última vez.

Ahora, yo recuerdo aquel preludio febril y sensato y la prolijidad de sus mareas, la oleada azul que se me hinchó sobe el pecho, la antesala laboriosa y delicada de su desatarme, la cuidadosa forma comparable con el río en calma, pero para soportar todo esto me acuesto, y me abandono al recuerdo, como si estuviera enferma, o como si estuviera vencida por él, y cuánto más crece aquel mismo silencio y aquella misma fragilidad, más imprudente y frágil se vuelve mi torpe deseo.