domingo, 31 de marzo de 2013

Moisture


Todas las tasitas, vasos, souvenires, tarjetas de negocios, repasadores, alfombras y sus manchas, cuadros, platos, manteles con bordes finos y manteles de diversos colores, almohadones, las latas sobre los estantes, la suavidad del pasamanos de las escaleras, las etiquetas pegadas en los armarios y en los vidrios, las sillas de madera rústica y pesada y el color de las baldosas de cada habitación, la fría y pesada humedad que emanaba desde adentro hacia afuera, el sopor del calor impasible que desde afuera cansaba, y el solitario perfume de la humedad que habitaba adentro de la casa siempre, sobre todo en las habitaciones, y por sobre todo, en nuestra habitación, que cerca de las siete de la tarde no solo soportábamos sino también disfrutábamos, era agua presente en el aire, y nosotros lo podíamos percibir. De repente se reunían en un solo soplo gran cantidad y diversidad de sensaciones adentro de nosotros, pasábamos del frío al calor, de la nostalgia a la felicidad, nosotros éramos humedad, y ese momento era eso: un repertorio que tras recordar uno de ellos me es necesario ahora para que el resto se me apareciera a la mente como una catarata evaporada de recuerdos. 

Recostados allí, en medio aquella humedad abrumadora que causaba gran influencia sobre nosotros y nuestros estados, llegamos a la meta que queríamos tiempo atrás, nuestra puerta balcón temblaba ante el paso de los autos y colectivos, el ruido se hacía no solo soportable, sino también hermoso. Cuando surgía el silencio también surgía la sensación del cansancio, y esa misma sensación nos hacía percibir de alguna manera los diminutos objetos desparramados descansando por lo ancho y lo alto de la habitación, apenas nosotros teníamos vida y cuando aparecía nuevamente el ruido de alguno de los colectivos volvíamos a desvanecernos. El eco que mantenía esa habitación alta y desarreglada, nos hacía recordar que tras el paso del tiempo y los destinos opuestos, podíamos resolver cualquier tipo de situación para concluir en esa meta única: recostarnos.




-Ay tu voz, en este no poder decirnos nada!

miércoles, 20 de marzo de 2013

Unattainable

Si hubieron periodos en los que no supimos nada de nosotros, o nos distanciamos, fue momento en el que era indispensable que solo el tiempo arreglara nuestras defectuosas actitudes, o que el recuerdo empañara algo de lo que estaríamos arrepentidos. No siempre transcurría el tiempo necesario, a veces, lo buscaba y al encontrarlo simulaba con total naturalidad que fue toda una casualidad.
El 21 de Julio, de casualidad nos encontramos, y gracias a su generosidad y grandiosidad me hizo sentir otra vez como una novata en todos los aspectos. Él nunca estuvo al tanto de que a veces lo pensaba desde que me despertaba hasta que me acostaba, si lo sabía podían pasar dos cosas, o se enamoraba absurda y perdidamente de mí, o lo más probable, no volvería a acercarse a mí hasta que mi obsesión acabase, porque aunque nunca me lo dijo, yo intuía despiadadamente que él no creía en el amor.
Habían muchas cosas ocultas en mi hacia él, pero prefiero llamarlas reservadas, es que mi actitud siempre tenía que ver más con las situaciones intrínsecas y casi espirituals que se me presentaban siempre que estaba con él:
a) Una sensación que era el bajo fondo, esqueleto y razón de ser de nuestra relación inconclusa e indefinida y que me producía una desazón y un vacío completo, así que lo llenaba con una poderosa esperanza, mirándolo siempre comprobaba que con él había un futuro prometedor, y que si las cosas eran tan suaves, volátiles y evitando caer en la desesperación, podría pasar incluso años esperando alguna recompensa, y lo aceptaba y me imaginaba que años después podría llegar a ser feliz
.
b), cuando registraba que en la totalidad de los encuentros nunca existió otra persona entre nosotros, hasta en las horas pico conduciéndome hacia su casa nunca supe evidenciar la presencia de otra gente, tenía la mente obnubilada por la esperanza, del punto a), y esto me generaba la completud y unicidad surgía entre nosotros los dos, yo lo pensaba a él durante el día como una segunda voz a todo lo que hacía, y cuando le contaba algo, era como contárselo dos veces. La lucidez la ocupaba para pensar en cosas como la cantidad y variedad de lugares que había llegado a conocer, y optaba por quedarme en ese lugar, con él, con nuestra unicidad, y nuestra completud.

Luego de nuestro incomprensible y corto encuentro ese 21 de Julio me despedí, y me fui de allí bajo la incapacidad de expresar algo, en un silencio y secreto dolorosos, y como siempre sabiendo que tenían que pasar al menos varias semanas o meses, para que nuestra naturalidad siga dando frutos, y volver a verlo circunstancialmente, y que nuestra relación marchase al compás de lo dispuesto en algún tipo de destino.
Esto me generaba siempre la sensación que "La sabiduría nos llega cuando ya no sirve para nada", porque luego, lo acoplaba con otra sensación un poco más valiente, "Me hubiese gustado cometer un delito, no debe ser tan dificil atrapar dos ojos negros."
Así nacía nuevamente la esperanza que mantenía el esqueleto de una relación inconclusa e indefinida.

 
Luego de cada visita infundada pero no menos singular, entre el espacio que me tomaba encontrarme de nuevo, y hallarme entre tantas situaciones y recuerdos, y entregarle a él su significado, él habría estado ya bastante esfumado, empañado y esparcido por algún rincón de la ciudad, mientras tanto yo estaría contemplando la taza de té enfriarse con mi alejado pensar. 





 - Alguien que tenga la fuerza y la inocencia suficientes, para sacarme el corazón?

martes, 12 de marzo de 2013

Sin excepciones


Yo andaba con el paso cansado y el peinado a medio hacer, y asuntos como el tránsito de las cosas, el espacio y el tiempo, las subjetividades y las expresiones de las personas me eran más fáciles de resolver siempre y cuando no tuviera que interactuar con ellas. Aquel lugar lleno de gente, a mi parecer todas embotadas y confundidas como yo, el movimiento de las cortinas que el viento movía ligeramente dentro de ese club, y una constante, atractiva y muy hermosa y parecida figura a la de mi querido, empezaron a seducir toda mi atención y comenzaron a afligirme y embotarme aún más, y en mi interior, como las olas que rompen contra las rocas, iba y volvía con gran fuerza una especie de vértigo y soledad incontenibles ya, así que  decidí de pronto marcharme con una seña de adiós con la mano, pareciendo un fantasma, como cada vez que me voy cuando bebo demasiado. En mi caminata por la avenida lo imaginaba aún más parecido a mi querido, y me imaginaba su voz, recordaba aquella mirada, y creía que me decía: Todos tienen el corazón roto.

Para aquel entonces yo me había convertido en una muchacha adulta y hermosa, sin haberlo notado, y dentro de los finos rasgos de mi rostro, cabían también los rasgos de aquél que llora durante años en silencio y sigue su andar en decidido compromiso hacia la vida entre un misterioso vinculo con la muerte. Tras esa noche en el club, cuando llegué solo me recosté a pensarlo bajo la resignación absoluta y desde el triste deseo, lo recordaba desde lo alto del viejo y estático edificio que fue nuestro mucho tiempo atrás, que de repente empezaba a reproducir su joven y nostálgica imagen en movimiento, y como un hilo perdido se me iba apareciendo todo su perfecto cuerpo, se balanceaba su desdichada, eterna y hermosa esencia ante mi, haciéndome sobrepasar los niveles de felicidad, entrando en esos terrenos peligrosos que ilusionan y hacen crecer el dolor, la ansiedad, y el amor, y lo dejé desaparecer evitando que me conduzca nuevamente al vacío y al agotamiento espiritual, y me imaginaba que iba con aquella felicidad, ansiedad y amor encima, corriendo escaleras abajo tras él, con la absurda y desesperada pregunta ¿te queres casar conmigo?

Pero luego, con esa plenitud y ese deseo vivo, prefería no caer bajo los recuerdos de él, que tras el humo y el alcohol habrán estado un poco más desfigurados y un poco más felices.
Esa fascinante lucidez que había sentido siempre que me conducía a su casa, a nuestras visitas infundadas, hacia nuestras horas inconclusas, toda la maravillosidad que encontraba en cosas absurdas, apenas se comparaban con él, que sabía combinar con la poesía que yo tenía adentro de la cabeza, su generosidad me mareaba, me hice a la idea de que viv
ía su día como si fuera el último y que la vida para él no tenía más aristas que la del presente, todo eso de pronto resurgieron con gran intensidad y rapidez en mi, y me llevaron con impotencia a una conclusión fugaz de que lo tenía que equilibrar a su recuerdo, y a él, con una actitud reservada y fría.

Luego de aquella noche en el club, y luego de aquella resignacion ante la dominancia de su ser sobre mí,  opté por esconderme en una coraza que por dentro tiene mil tonos y volúmenes, luego de todos estos años, logré evadirlo mirando la infraestructura y la decoración de su casa, el piso y lo alto de la pared, pero a la larga todos estos trucos también terminaron surgiendo el mismo efecto en mí. Y él, quizás por la repetición de estos estímulos intrínsecos que me genera, me tranmite naturalmente esta sensación embriagadora de eternidad, y de resplandor interior.




- Esconderme, a veces pienso que era un mecanismo de defensa para que se fijara en mis nervios y no en mi amor.


lunes, 11 de marzo de 2013

Stuck on memories


Siempre esquivando el destino, e calendario, las horas de nuestros relojes, nos encontrábamos felices, como armando capítulos de un libro recóndito, mágico., Él era un personaje completamente magnético, yo, completamente volátil.
De lejos escuché sus pasos acercarse a la puerta de mi habitación, su felicidad y el movimiento contento de su cabeza, su cabello a la par del viento que movía las cortinas de mi habitación esa mañana, mientras él abría mi puerta con sus elegantes brazos pasó en silencio a acariciarme el rostro  y mientras yo lo contemplaba caímos juntos en un sueño.
Lo que cabía en esta historia no tenía nada que ver con lo terrenal, y los dos lo sabíamos, por eso nunca nos preguntamos por nuestra suerte o nuestra fatalidad. 


¡Qué extraña plasticidad hemos desarrollado para crear una sensación! Las calles amarillentas, el ruido incompleto de los autos, el atardecer pasmoso, el murmullo de las aguas avanzar por debajo de las alcantarillas, el inocente escenario a merced del inocente tiempo, el poder de los efusivos grandes ojos negros de Gabriel, las cortinas de mi habitación esa mañana.Todo eso me hacía revolver el estómago, todo era tan celestial y yo lo sabía en ese momento, pasé recordandole todo el día, aquel día, y ahora lo convertí a ese momento lo suficientemente magnante y poderoso como para poder dejarlo ir. Él siempre fue demasiado sublime y lejano como para poder apoderarme de él, nuestro amor fue algo intocable, intangible, incorpóreo, irreal, como para lograr describirlo, como para poder sustituirlo.



 - Me hará la naturaleza un hombre por fin?






lunes, 4 de marzo de 2013

Llamados


Su ser, y su misteriosa y apasionante filosofía de vida que me enseñaba discretamente y que yo percibía como materia de cabecera, tenía partes que me eran totalmente impenetrables, y me proporcionaban no sólo el dolor y la duda, sino también un enigma y obstinación, que sabía que tardaría años en curar. Y yo, que me sentía como aquel que necesita terminar una especie de investigación científica vagando en círculos solamente para satisfacer su afición, fui llevando a cabo el estilo de vida que él siempre quiso para nosotros: el de tenerme sin tenerme y el de que yo lo tenga mientras él no estaba, vivíamos de la vivacidad y del magnetismo incomprensibles que él tenía, que atraían toda mi inestabilidad y volatilidad, y que yo en aquel entonces lo comprendía a estos sucesos como llamados hacia mi ser. Sí, como “llamados hacia mi ser”. De esta manera puedo decir que todo lo que nos salió bien, fue por casualidad, o más bien, fueron contingencias. 

Él era tan inocente como yo. Los dos estábamos muy bien instruidos en la vida, y en los momentos en que nos encontrábamos todo eso acababa sirviéndonos para nada. Apenas nos quedábamos al acecho de nuestras manifestaciones físicas, así fuimos encontrando maneras sinceras de comunicarnos sin tener que hacer demasiado esfuerzo. Empezó a llover más fuerte que durante el resto de la madrugada, me invitó a quedarme y, sin demasiado esfuerzo, le dije que sí, con ademanes, él, sin entregarse pero sin dudar una palabra me mostró esa actitud tan posesiva y apasionante hacia mí, ese momento dorado, donde los dos supimos que nos queríamos de una manera igualmente proporcional. 
En ese momento nacieron tres años. Ahora el tiempo cada vez se ponía peor, el ruido que produce la lluvia cuando cae sobre el piso, los rayos imprevistos y el soplar del viento sobre sus persianas nos convenció a permanecer juntos inmóviles intuyendo ligeramente que el mundo fuera a caerse. Perdí la noción de la diferencia entre el segundo y el minuto durante ese momento, apenas recuerdo que me sentí rodeada por su ser leal y cansado, que él estaba al lado mío mirándome con los ojos cerrados, y que él sabía que yo lo contemplaba con el alma y las entrañas despiertas, y que seguía lloviendo.



- Así se nos pasó la vida, esperando el zarpazo de alguien a punto de robarnos el corazón.