lunes, 8 de diciembre de 2014

Orbito


A esta altura de la vida prefiero la verticalidad de los hechos a la llanura, que se resume en esta tarde. Que se proyecta en este amor, que aunque no tenga futuro me enciende. Fuimos parte de un fenómeno y el mismo tiempo que mantuvo confusos a otros hombres de la historia, nos mantiene en vigilia. Hoy sabemos cuántos días. 
Hoy lo respiro, lo disfruto. Quizás por esa vigilia, por él las horas poseen cierta levedad taciturna que abriga, un vapuleo sonoro de aguas inconscientes, una ligera marisma de tonos azules cada vez que una aparece una brisa de estopa me lo recuerda. Conozco su nombre, su rostro, su brazo, su materia infinita alborotando mi eterno. Mi eterno. Y para retener la sonrisa del ser taciturno, tengo que recurrir a la mirada periférica, es decir, según la mano fría de la ciencia, aquella que entiende de sombras y de contrastes, de la astuta perfección que se genera en esa figura casi caleidoscópica en mi evocar. 
Con él, embrujados por una necesidad nos enviamos cartas, bajo la búsqueda de extrañas cosas que tiempo después encontraríamos: mi zozobra en el corazón, el fuego de las manos de él, nuestra congelada memoria, yo dichosa y adivinada y besada de frente al rostro del único. Lo nombro hoy una y otra vez en imágenes, y orbito en sus goznes. Hoy sabemos cuantos días. 





-Hoy Apolo toma el vino de su Dionisio y se vuelve a embriagar.



martes, 4 de noviembre de 2014

Túnel

Hay un cuento de Conrad que siempre me resuena en la mente. Pero hoy apareció con otros matices. El duelo: dos soldados que se odiaban tanto, que mientas van las guerras napoleónicas azolando  toda Europa, ellos están siempre en un duelo privado, y cada vez que se encuentran se baten a duelo como dos endemoniados.


El camino de hoy es una posta, una parada, un puente en el que se puede mirar desde casi todos lados. "El reflejo de nosotros mismos", nunca una frase me proporcionó tanta paz, pasa que solo puede decirse una mañana como ésta. Que se descanse en paz, una mesa y un café, no más lecturas, no más conversaciones con viejos que saben y otros no tanto. Decepciones. Una mesa, un café, en el medio, esos pensamientos (metafisicos?) que nos dicen cada vez menos como son las cosas, que nos hablen de silencio. La nieve, las lluvias, el calor, la playa, las risas que se confunden porque el viento las lleva y las trae. No más canciones. Silencio. No más golpes al corazón. Se apagan las tantas letras que hablan de amor o desamor, y las películas? Esos (viejos) clisés posmodernos. No la miraste?  Uh. Sonrisas. Hay épocas que empiezan y no te das cuenta hasta que acaban. Recordas los perfumes, las brisas, los objetos que más usabas, esa época en la que estabas loco por eso. Porque siempre andamos locos por algo. Y otra época empieza, cuando termina la otra. Y te enamoraste en el medio, y todos esos estallidos que la vida regala de vez en cuando, y todos esos muertos que enterras de vez en cuando. Y los secretos de siempre . Y el inentendible motor de la vida que no se apaga nunca, y vos que andas seguro de algo que no sabes qué es pero por lo menos te deja dormir en paz. Ella no cocina muy bien pero no hay de qué preocuparse, después se tomarían unas cervezas que lo arreglarían todo. Y vos con esa envidiable sensibilidad para lo cotidiano, que perdona todo error, todo camino desviado, con esa particular sensatez para arreglar a los demás. No lo copiaste de esas malas películas, no lo escuchaste antes, bueno, así vos eras. Vos eras como salido de mi propio corazón.

Toda esa cotidianidad. Todo ese ruido, Sonrisas a medias, palabras a medias. Es en esa cotidianidad ingobernable que vos dominas tanto donde te pierdo todos los días. Días como hoy se apaga todo tipo de emisor, se terminan etapas, y hay que renovarse. Adiós todo! Días postales. Días silencio. Días en coma, recuerdos en mudo que vienen y van y hacen que yo te busque siempre para desandar esos caminos que las letras exigen. Desandarte. Y por las vías que Cortázar construyó tantos laberintos en los que perderse. Él se desandaba. Bueno, él era alguien así como vos que mira con ojos del buen paisaje y que (simula?) tener un hermoso ánimo todo el tiempo, a pesar de la pesada y profunda mirada que hay en cada fugaz cruce. Y ayer me pasó que tanto quería que pararas y yo quería pararte, pero no podía. Y vos sabes, santas ganas de ganarle a esa incertidumbre de encontrarte, de volverla más previsible. Y quemar más rápidamente los esquemas de imaginarnos o al menos preguntarnos por los clisés (cómo va el trabajo? cómo van tus cosas? bla bla) y pasar por fin a temas que sentimos que no se les puede plantear a cualquiera, o que andamos pensando siempre y nunca se los planteamos a nadie: hablar de las letras, del ritual, del hombre, de la mujer, de la angustia, del crecer, del envejecer, de la sensibilidad, de las palabras, paisajes internos... no sé, de cosas de las que vale la pena cuando se tiene un momento que cotiza caro porque no sobra, y una persona que el encuentro mismo lo hace imprevisible y como tal, invaluable. Yo extraño ese túnel de realidad alternativa y siento que lo necesito tanto a veces. No tengo la menor idea de qué hay detrás del túnel de realidad alternativa, pero si el motor inentendible de la vida misma no se apaga seguimos, seguimos...



El duelo, nuestra guerra, 
nuestra cotidianidad que nos bate en un duelo privado como dos endemoniados.



sábado, 23 de agosto de 2014

Insomnio


Recuerdo la antesala de ese día, tan bien como nuestra despedida, esas cosas que uno con facilidad las pronuncia, con tan poca resistencia las trata de recordar.
Por un extraño motivo él se había abandonado al sueño e instantáneamente quedó dormido, por un momento pensé que nunca había visto algo tan inerte, y quedó como suspendido en un profundo letargo de cansancio y podría decir que casi espiritual. Al mirarlo enormemente cansado comencé a entrar yo en un insomnio de dimensiones, de direcciones, recuerdos, imágenes, concuspiscencias de verlo yaciendo allí, como descansando de la vida que llevaba puesta, y que de una forma inane tanto yo como todos los que teníamos algo que ver con él le habiamos deparado. En ese baile-insomnio abrumador dentro de mi cabeza me emocioné; por adentro mi corazón se amasaba como el harina contra la mesa y cuánto más hondo él respiraba, y se erizaba y se dormía yo más me sumergía en el insomnio. Si bien lo último que hubiese querido era despertarlo, o molestarlo, se me hacía incontrolable tal marea golpeándome contra mis rocas interiores en ese momento, a pesar de mis esfuerzos yo más volátil e imprudente me volvía y toda esta conducta media psicopáta para con él era el motivo de nuestras distancias prácticamente siempre,y cuando él dormía aún más me distanciaba de él.

Luego despertó y lo menos que pude hacer fue simular sueño tan pesado, cargado y angustiante como todo aquello que acababa de experimentar, qué iba a decirle pues si era incapaz siquiera de levantarle la voz.




- Una sóla vez caímos juntos en un sueño.

lunes, 11 de agosto de 2014

Torpe


Gimo de frustración, y suspiro, cuando a él lo recuerdo de esa manera, en la antesala de ese día. Eterno. El grito del silencio zozobró en un latido agónico adentro de nuestras venas, y desapareció.
Él, impecable. Yo, como si me estuviera ahogando en su desesperación, y en la mía, intentaba escanear cada rincón suyo, en desalojo, reitero, con desesperación como si supiera que fuera la última vez.

Ahora, yo recuerdo aquel preludio febril y sensato y la prolijidad de sus mareas, la oleada azul que se me hinchó sobe el pecho, la antesala laboriosa y delicada de su desatarme, la cuidadosa forma comparable con el río en calma, pero para soportar todo esto me acuesto, y me abandono al recuerdo, como si estuviera enferma, o como si estuviera vencida por él, y cuánto más crece aquel mismo silencio y aquella misma fragilidad, más imprudente y frágil se vuelve mi torpe deseo.





lunes, 23 de junio de 2014

Mármol



Ahi estaba él, pacientemente hermoso, distraídamente hermoso, desconociendo que portaba tal característica. De eso se trataba todo su ser, de la inocencia que portaba su belleza. De la ingenuidad atormentadora -de verdad- que él provocaba. 
Nuevamente, en medio de ese juego de verlo expresarse, a mí el infierno me gritaba su concejo: Él era y yo ardía.
Cambiamos de imágenes mutuamente, muchas veces, y en ese tiempo, colorido tiempo, también fuimos parte de un arte convocado que nos aspiró. 
Nuestra relación tuvo siempre la premisa de actulizarse. Es decir, nosotros nunca nos tuvimos. Nosotros nos imaginábamos. Y en este imaginarnos diariamente en el recuerdo nos permitíamos actualizarnos por cada vez que circunstancialmente nos veíamos.
Pero después, las noches fugaces con alcohol me esperaron en ese soltero verano tras nuestra separación, y desde luego que fue difícil ordenar a los pensamientos cuando el sistema límbico entra en su salsa, habría sido un logro coordinar, pero él permació siempre bajo ese traje tan pacientemente hermoso que tan bien le quedaba, y que en verdad a mi tanto me placía. Pero pronto eso no fue suficiente.

Seré breve: Las cataratas de la noche se rompían, la mente brillaba por el infierno consumador que la poseía. Mi ser dependía de la noche, durante el día era sombra. Él y su ingenua forma de ser, me poseían por entero, y yo soñaba con sus párpados amarillos, una vez me miraron y yo me inmuté. Yo soñaba con los labios de mármol que tienen las cosas inertes, sin vida, ajenas a todo ser sobre la tierra. Yo soñaba dentro de aquel infierno de verano caliente con aquel cuerpo de mármol inmutado y tan inerte sobre mí, delante de mí, detrás de mí, el único cuerpo que había logrado conocer en profundidad, y en alturas mientras jugabamos a que éramos de mármol, y que pertenecíamos a vidas inertes fuera de la vida. Yo repasaba las tardes hasta que fueran de noche pensando en el chico de mármol, quieto y distraídamente hermoso, y lo actualizaba, una y otra vez, al recuerdo para que no se empañase por si nos fueramos a ver al día siguiente.
Su piel casi dorada pero pálida en la oscuridad había alumbrado nuestros jóvenes cuerpos en penumbras y ahora eso en el recuerdo también se transformó en mármol.