viernes, 19 de julio de 2013

Fragile


Los inviernos siempre nos encontraron bajo las mismas condiciones de vulnerabilidad.
Aún no terminan de resonarme en los oídos como nos inmutaba y alienaba la compañía de la música muy a lo lejos apenas entrada la madrugada. La emoción empezó, como un ritual que tiene su hora exacta, y arrancó con violencia, plenitud era el aire que respirábamos y mientras jugabamos a no demostrarnos influencia alguna me empezó a contagiar con velocidad azarosa la parsimonia con la que él se movía, siguiendo mis ritmos, y enredados en ese fragmento de historia, éramos como dos pequeños que estaban a millones de años luz de poder entender ese momento, intuímos que debíamos limitarnos a movernos a merced del momento al cual nos entregábamos, y excusándonos de la responsabilidad compartida, contemplábamos el aire hecho materia, y con el peso de éste último, el acercamiento de nuestros rostros callados y el movimiento de los brazos. Con la integridad que nos quedaba jugabamos a vernos la cara con los ojos cerrados y a preferir la profundidad de la materia, que transpasaba centímetros de piel
en el silencio y la suavidad que emitía nuestro ser callado. Reposado en la penumbra del descanso, se tumbó encima de mis espaldas, y el peso muerto de su cuerpo apenas se percibía desde mi ser inmutado, permanecimos así, hundidos en el colchón que era nuestro lecho por muy largo rato, bajo la sensación del tiempo como un regalo, era derroche de eternidad, la vaguedad del mismísimo momento, que terminaba de ser, cada vez que a lo lejos venían los acordes nuevamente de esa música lenta y floja, y otra vez estábamos más lejos de realizar algún movimiento que alejara nuestros cuerpos de esa inmutabilidad eterna. Antagónicamente era un momento realmente triste, la fragilidad de mi ser no podía contener por mucho más tiempo su ser sobre mí, y una dulzura inagotable inundó mi ser cuando recordé que en verdad ambos estábamos muy bien instruídos en la vida, que él era tan inocente como yo, y que era nuestra mutua sensibilidad la que siempre hizo posibles este tipo de encuentros, me hizo sentir una nostalgia que hizo ensanchar todo mi pecho y me empezó a corroer de manera instantánea al punto que él lo notó, y meditabundo posó a mi lado. Para esconder mi vanidad y vulnerabilidad enterré mi rostro en su hombro, mi perfil, mi nariz y mi boca permanecieron adheridas a su piel largo rato hasta que mi emoción terminó.

Educar mis modos durante estos encuentros vulnerables de invierno era educar mi desprolijo nido de emociones, comportarme con toda la naturalidad que había aprendido era igual de improbable que esconder tanta correspondencia mutua. Ese día, y como cualquier invierno que nos encontraba vulnerables, compartímos escenario para nadie, y lo sentíamos como si fuera compartido por última vez, la sombra de la finitud siempre estuvo de telón detrás de nuestra obra, lo que significó un gran desafío de enfrentar, una vez más, a nuestros fantasmas que conociamos muy bien y no dominábamos en absoluto. Cómo entender sino, esos súbitos silencios nuestros, ese llamado sobreentendido a que no pasaramos ciertas zonas, y así de pronto mi decaimiento o su tristeza, y de pronto nuestra exaltación porque luego reconocíamos que aunque callamos muchas veces ante las preguntas que silenciamos frente a frente en el momento de despedirnos, también decidimos mantener una zona de común secreto, y eso nos hacía especiales. Lamentablemente nunca concretamos un verdadero y perdurable adiós en el tiempo, lo que fue peor, porque vivíamos de posibles amenazas y fantasmas y nos significó una verdadera pena, porque la tensión de un posible adiós y la sombra de esa finitud siempre fue más angustiante, y la fantasía era aún más dolorosa y la condena, aún más desproporcionada. Hoy considero que tendríamos que habernos dicho adiós mucho tiempo atrás, cuando estábamos preparados para ello, cuando nos inundaba la ingenuidad y la ceguera y no sabíamos lo que era la empresa de sentir la existencia.
 




- Sin embargo olvida nuestro fatalismo, quiero abrirte el corazón.

2 comentarios:

  1. Eterno retorno,
    eternas vueltas ciclicas
    que en sus palabras escriben tiempos creibles.
    Descubro fascinante en su lectura
    cada vez que la encuentro,
    ciclicamente...
    y en dicho circulo temporal otra vez palabras en el descanso.
    Saludos.
    Siga cultivando.

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    1. El arte cuando es compartido adquiere sentido y aclama esa sensibilidad y mirada particular, que Ud. tiene. Hay ciclicidad en su génesis, y en mi eterno retorno, y sus ecos reposan nobles en el descanso.
      Por demás agradecida con su visita y su valioso tiempo, no hay nada más noble que ayudar a otro a crecer. Muchas gracias.
      Lo leo. Su decir acaricia el rostro de la cotidianeidad cíclica.

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