sábado, 23 de agosto de 2014

Insomnio


Recuerdo la antesala de ese día, tan bien como nuestra despedida, esas cosas que uno con facilidad las pronuncia, con tan poca resistencia las trata de recordar.
Por un extraño motivo él se había abandonado al sueño e instantáneamente quedó dormido, por un momento pensé que nunca había visto algo tan inerte, y quedó como suspendido en un profundo letargo de cansancio y podría decir que casi espiritual. Al mirarlo enormemente cansado comencé a entrar yo en un insomnio de dimensiones, de direcciones, recuerdos, imágenes, concuspiscencias de verlo yaciendo allí, como descansando de la vida que llevaba puesta, y que de una forma inane tanto yo como todos los que teníamos algo que ver con él le habiamos deparado. En ese baile-insomnio abrumador dentro de mi cabeza me emocioné; por adentro mi corazón se amasaba como el harina contra la mesa y cuánto más hondo él respiraba, y se erizaba y se dormía yo más me sumergía en el insomnio. Si bien lo último que hubiese querido era despertarlo, o molestarlo, se me hacía incontrolable tal marea golpeándome contra mis rocas interiores en ese momento, a pesar de mis esfuerzos yo más volátil e imprudente me volvía y toda esta conducta media psicopáta para con él era el motivo de nuestras distancias prácticamente siempre,y cuando él dormía aún más me distanciaba de él.

Luego despertó y lo menos que pude hacer fue simular sueño tan pesado, cargado y angustiante como todo aquello que acababa de experimentar, qué iba a decirle pues si era incapaz siquiera de levantarle la voz.




- Una sóla vez caímos juntos en un sueño.

lunes, 11 de agosto de 2014

Torpe


Gimo de frustración, y suspiro, cuando a él lo recuerdo de esa manera, en la antesala de ese día. Eterno. El grito del silencio zozobró en un latido agónico adentro de nuestras venas, y desapareció.
Él, impecable. Yo, como si me estuviera ahogando en su desesperación, y en la mía, intentaba escanear cada rincón suyo, en desalojo, reitero, con desesperación como si supiera que fuera la última vez.

Ahora, yo recuerdo aquel preludio febril y sensato y la prolijidad de sus mareas, la oleada azul que se me hinchó sobe el pecho, la antesala laboriosa y delicada de su desatarme, la cuidadosa forma comparable con el río en calma, pero para soportar todo esto me acuesto, y me abandono al recuerdo, como si estuviera enferma, o como si estuviera vencida por él, y cuánto más crece aquel mismo silencio y aquella misma fragilidad, más imprudente y frágil se vuelve mi torpe deseo.