martes, 4 de noviembre de 2014

Túnel

Hay un cuento de Conrad que siempre me resuena en la mente. Pero hoy apareció con otros matices. El duelo: dos soldados que se odiaban tanto, que mientas van las guerras napoleónicas azolando  toda Europa, ellos están siempre en un duelo privado, y cada vez que se encuentran se baten a duelo como dos endemoniados.


El camino de hoy es una posta, una parada, un puente en el que se puede mirar desde casi todos lados. "El reflejo de nosotros mismos", nunca una frase me proporcionó tanta paz, pasa que solo puede decirse una mañana como ésta. Que se descanse en paz, una mesa y un café, no más lecturas, no más conversaciones con viejos que saben y otros no tanto. Decepciones. Una mesa, un café, en el medio, esos pensamientos (metafisicos?) que nos dicen cada vez menos como son las cosas, que nos hablen de silencio. La nieve, las lluvias, el calor, la playa, las risas que se confunden porque el viento las lleva y las trae. No más canciones. Silencio. No más golpes al corazón. Se apagan las tantas letras que hablan de amor o desamor, y las películas? Esos (viejos) clisés posmodernos. No la miraste?  Uh. Sonrisas. Hay épocas que empiezan y no te das cuenta hasta que acaban. Recordas los perfumes, las brisas, los objetos que más usabas, esa época en la que estabas loco por eso. Porque siempre andamos locos por algo. Y otra época empieza, cuando termina la otra. Y te enamoraste en el medio, y todos esos estallidos que la vida regala de vez en cuando, y todos esos muertos que enterras de vez en cuando. Y los secretos de siempre . Y el inentendible motor de la vida que no se apaga nunca, y vos que andas seguro de algo que no sabes qué es pero por lo menos te deja dormir en paz. Ella no cocina muy bien pero no hay de qué preocuparse, después se tomarían unas cervezas que lo arreglarían todo. Y vos con esa envidiable sensibilidad para lo cotidiano, que perdona todo error, todo camino desviado, con esa particular sensatez para arreglar a los demás. No lo copiaste de esas malas películas, no lo escuchaste antes, bueno, así vos eras. Vos eras como salido de mi propio corazón.

Toda esa cotidianidad. Todo ese ruido, Sonrisas a medias, palabras a medias. Es en esa cotidianidad ingobernable que vos dominas tanto donde te pierdo todos los días. Días como hoy se apaga todo tipo de emisor, se terminan etapas, y hay que renovarse. Adiós todo! Días postales. Días silencio. Días en coma, recuerdos en mudo que vienen y van y hacen que yo te busque siempre para desandar esos caminos que las letras exigen. Desandarte. Y por las vías que Cortázar construyó tantos laberintos en los que perderse. Él se desandaba. Bueno, él era alguien así como vos que mira con ojos del buen paisaje y que (simula?) tener un hermoso ánimo todo el tiempo, a pesar de la pesada y profunda mirada que hay en cada fugaz cruce. Y ayer me pasó que tanto quería que pararas y yo quería pararte, pero no podía. Y vos sabes, santas ganas de ganarle a esa incertidumbre de encontrarte, de volverla más previsible. Y quemar más rápidamente los esquemas de imaginarnos o al menos preguntarnos por los clisés (cómo va el trabajo? cómo van tus cosas? bla bla) y pasar por fin a temas que sentimos que no se les puede plantear a cualquiera, o que andamos pensando siempre y nunca se los planteamos a nadie: hablar de las letras, del ritual, del hombre, de la mujer, de la angustia, del crecer, del envejecer, de la sensibilidad, de las palabras, paisajes internos... no sé, de cosas de las que vale la pena cuando se tiene un momento que cotiza caro porque no sobra, y una persona que el encuentro mismo lo hace imprevisible y como tal, invaluable. Yo extraño ese túnel de realidad alternativa y siento que lo necesito tanto a veces. No tengo la menor idea de qué hay detrás del túnel de realidad alternativa, pero si el motor inentendible de la vida misma no se apaga seguimos, seguimos...



El duelo, nuestra guerra, 
nuestra cotidianidad que nos bate en un duelo privado como dos endemoniados.