martes, 19 de noviembre de 2013

Voz

Imagino
el nacimiento de tu piel, el final de tu ropa.
Suena el timbre de tu voz,
Beso al final de tu hombro, en el borde de tu ropa.
Te imagino,
Más, sordamente te deseo.
En febril evocación lleno mi deseo sobre tu ropa,
Líneas blancas, pruebo tu fruta,
Voz de tu boca, viento que marea.

Te imagino
Más, sordamente te deseo.
Burbuja de fuego, bozque de ropa, encanto de calor y naufragio.
Invoco a Calíope y te nombro.





 

sábado, 16 de noviembre de 2013

16 de Noviembre


El 16 noviembre celebrábamos el día de cumpleaños de Gabriel.
Mi pasión, mi eterno vagabundo que luego se reflejó en tantos rostros y sombras, ahora estaba presente y palpitaba, permanecía realmente feliz. Aquella noche en el inolvidable Líbano bebimos de licor de café, hacía tanto calor que bebíamos de él como si bebiéramos de una pócima que nos arrancara no sólo el calor sino también el corazón y la emoción, porque a medida que pasaba la noche se agigantaba la emoción de un presagio dentro de nosotros, la sombra de un desastre que por no considerarnos fatales lo entendimos como un vago y lejano presentimiento. Y al beber de esta pócima nos olvidábamos de nuestros presagios, de nuestros temores, de la gravedad y del tiempo en el Líbano, que esa noche irradiaba gran hermosura.

Júbilo decoró la inocencia. La música aturdió oídos y entrañas. Bailamos como paganos, y entre recuerdos, humos, sonrisas y vida, yo durante ese mismo momento supe que debía escribir una historia sobre nosotros que perdurase el mayor tiempo posible sobre la tierra para mantenernos en un rincón privilegiado del mundo. Contar con los momentos más felices de la propia vida requiere a veces que uno seleccione y considere, de entre un montón de otros momentos, el momento dorado en que nuestra alma se suspendió entre las costas del universo y se plasmó en aliento sublime colmándose en ese instante de mundo, de vida, de muerte, de gracia y plenitud. Y que uno considere el momento más feliz de la vida, también implica que cierto bello recuerdo traiga acompañado cierto dolor, trayendo ciertas ráfagas del mismo júbilo que relata la matriz de la historia, y cuando la melancolía aparece, el corazón de la historia, es decir, su inocencia, cobra vida.

Aquí permanezco a la inocencia de uno de esos días, melancólicos. Aparecen ráfagas de júbilo de la historia matriz: Mi amor, el vagabundo, este 16 de noviembre sigue trayendo su encanto a mi noche, infinita. Sigue bañando de agua mi rostro, y sigue trayendo un mal presagio de algo inevitable y doloroso que sucedió finalmente dentro y fuera de nosotros, y que a pesar de toda la dicha y la felicidad en este mundo, sentimos mostrarse inevitable, la finitud. 
Y ahora, al beber de esta pócima de belleza, de dolor, y de recuerdos, pecamos sobre la inocencia de creer que el dolor es un crimen que se puede olvidar, tales como nuestros presagios, temores, gravedad y  tiempo, sin dejar los rasgos en el rostro que dibujan los sentimientos más profundos con los que tenemos que vivir.
En un día de esos, melancólicos, él continúa circulando por estas historias, porque la sombra del constante y hermoso vagabundo, la fruta que mordí, la grandiosidad que me marea, la inocencia que me inundó de placer, una sensación de amor –ahora mezclada con dolor-  la belleza del vagabundo, que por innombrable y dolorosamente inolvidable me recorre en las venas, ahora dibuja las líneas de mi rostro y me encoge el corazón, cada 16 de noviembre.



 - Eterno vagabundo, escribiste tu nombre en toda la ciudad!


martes, 12 de noviembre de 2013

Descanso

Te recorro
En mi descanso de naturaleza muerta,
Cada detalle de tu brillante figura,
que sube, baja y flota.
Te recorro,
Con un encanto súbito,
En un día inmortal de locura.

Te recorro
Con un latido agónico 
Cada detalle de tu brillante figura,
Que sube, baja y flota.
Amor, mi deleite, fuerza y suspiro.
Te recorro,
cada detalle de tu brillante figura,
Que se envuelve a mi incomprensible y profundo deseo.
 Te recorro,
En mi descanso de naturaleza muerta.
En aquel último día inmortal de locura.




- "Solo debían navegar un momento."